El nuevo escenario mundial plantea nuevos desafíos. El autor nos lleva por el camino de la Pandemia, recesión y crisis ambiental, y pregunta: ¿hacia una nueva reestructuración capitalista “verde”?
Las líneas del Gobierno de Joe Biden y de la Unión Europea quizás son las que mejor encarnan el horizonte que apunta a la reestructuración capitalista verde. Pero no dejan de ser nuevos espejitos de colores siglo XXI.Veamos.
Ya casi se cumple un año desde que la Covid19 fuese declarada como una pandemia global. Muchas cosas han ocurrido desde entonces y nuevos escenarios han surgido. La crisis económica global, proceso abierto desde 2008/2009, se agudizó en 2020, con una contracción del PIB prácticamente en todos los países del mundo –con excepción de China, pero donde se vieron cifras récord negativas en países como Estados Unidos o España–; el hundimiento de ciertos sectores determinantes de la economía mundial, como el turismo, los servicios o el entretenimiento.
Se suma la reciente adición de 131 millones de personas a la pobreza, según Naciones Unidas; la pérdida de miles de puestos de trabajo; el dramático deterioro de diversos ámbitos de la vida de las sociedades (educación, salud, servicios públicos); al tiempo que se amplifican las desigualdades, tanto en lo social como a escala internacional.
Por eso ya no se puede tapar el sol con un dedo. La debacle socio-ecológica es un hecho absolutamente ineludible. De ahí la nueva centralidad que ha tomado, en las agendas políticas nacionales e internacionales de estos tiempos pandémicos, asuntos como la emergencia del cambio climático y los tremendos riesgos que esta implica, así como diferentes problemas críticos referidos a la pérdida de biodiversidad, la degradación de las fuentes de agua, el arrase de selvas y bosques o la debacle de los sistemas agroalimentarios..
La fiebre eco-amigable: ¿hacia nueva reestructuración capitalista verde?
Todo un idílico discurso internacional brota de la mano de estos grandes programas de recuperación económica: se anuncian una “Revolución Industrial Verde”, un “crecimiento verde”; a partir del ambiente aparecen “oportunidades comerciales emergentes”. Surgen llamados urgentes a evitar que la Amazonía se convierta en una “pesadilla ambiental” a través de la imposición de una “economía basada en la sostenibilidad”.
Se relanza la “economía azul” –acumulación de capital, materiales y energía, a partir del mundo marino y los ecosistemas de agua dulce. El gran capital promete, ahora sí, cuidar del ambiente. Se anuncia una “ecologización de la economía”, cuando en realidad de lo que se trata es de una ‘economización’ de la ecología.
El Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional se alinean con el impulso de la economía verde. FMI coloca al cambio climático en el centro de su agenda para reimpulsar el crecimiento del PIB mundial.
Desde el Foro Económico Mundial (Agenda Davos) se anuncia que un tercio de las actividades de su programa se centraron en temas de ambiente y naturaleza. Destaca el hecho que grandes corporaciones transnacionales reformulan sus programas y planes de producción y servicios –tales como Amazon, Coca Cola, Nestlé, Vodafone, Bayer, Ford, Sony, Mastercard, Ikea, Mercedes Benz, entre muchas otras– para migrar hacia formas “verdes” de gestionar sus negocios.
Las líneas del Gobierno de Joe Biden y de la Unión Europea quizás son las que mejor encarnan este horizonte que apunta a la reestructuración capitalista verde.El Gobierno de Biden promueve ahora el Green New Deal, planteado como una acción pionera para reestructurar las dinámicas de acumulación de capital estadounidenses, que vayan migrando de aquellas basadas en los combustibles fósiles y abran nuevos ámbitos de generación de capital sostenidos por soluciones climáticas y energías limpias –lo que además permita la construcción masiva de nueva infraestructura y cree nuevos empleos. En este sentido, Biden se realinea con el consenso de París (Acuerdos de la COP de 2015) como patrón de economía verde más aceptado, invita a China a unirse a este proyecto de transformación internacional, y busca consolidar un liderazgo mundial para “enfrentar la amenaza del cambio climático” (liderazgo que Trump había destruido).
Por su parte, la Unión Europea propone el programa de recuperación Next Generation EU, al cual se le destinan 750.000 millones €, de los cuales se destinarán 187.500 millones € para invertirse en “proyectos verdes”, una cifra sin precedentes que revela el nuevo rango ambiental de las inversiones, a lo que habría que añadir otros cientos de miles de millones de euros provenientes del Multiannual Financial Framework para “inversiones climáticas” (período 2021-2027).
Lo central a destacar de estos procesos en curso es que proponen reestructuraciones en los patrones energéticos, tecnológicos y de infraestructura que, antes que buscar cambiar el depredador sistema capitalista, causante de la actual debacle planetaria, lo que persigue es salvarlo, refrescarlo y perpetuarlo.
Se trata de modificar la composición de las fuentes de energía, potenciando los emprendimientos y empresas de energías renovables como la solar o eólica, sin plantear un cuestionamiento de fondo al modelo de consumo, producción y crecimiento sin fin.
Continuar la producción masiva de laptops y smartphones, ahora cargados con energía solar; impulsar el “ansiado” boom de los carros eléctricos, que en realidad son sostenidos en el avance del extractivismo de litio y cobre en regiones como Suramérica, lo que además nos abre a otro eventual y contraproducente nuevo superciclo de los commodities. Promover la nueva fiebre del hidrógeno, el “combustible de futuro”, que podría ser “producido” en el mar. Relanzamiento de los muy perniciosos agrocombustibles (de maíz, caña, etc), que han contribuido al avance de la frontera agrícola y al encarecimiento de los precios de los alimentos, todo para surtir a la industria automovilística.
Repitámoslo: bajo este marco dominante, el sistema queda incuestionado. Son las rutas de un eventual nuevo ciclo de acumulación global, ahora “verde”, que mete de contrabando la idea de un abordaje ambiental de la crisis, cuando en realidad afianza el sistema imperante de devastación de la naturaleza, poniendo al cambio climático en el centro de una nueva carrera capitalista. Y sobre todo, se afinca, nuevamente, sobre la histórica división internacional del trabajo, que pone a los países del Sur Global como zonas de sacrificio y proveedores de recursos.
Nuevo colonialismo verde. Es el ciclo de acumulación más cínico y obsceno de todos.
No hay tiempo para reformismo
“ la radicalidad hace referencia a abandonar, desde ahora, la lógica de crecimiento como factor central de organización de las sociedades actuales, detener la expansión de la máquina de depredación capitalista e iniciar, de inmediato, un proceso de distribución social masivo de los medios de vida (tierras, bienes comunes, rentas, derechos, insumos, entre otros) que permita, como mínimo, sostener el proceso de tránsito del cambio sistémico.
Se trata de algo diferente, una movilización de fuerzas y recursos nunca antes visto, una reorganización societal de enormes dimensiones, sin precedentes en la historia de la humanidad. Algo de estas dimensiones requerirá un profundo involucramiento de las sociedades, una importante movilización global de acción e interpelación a los grandes poderes, un sacudón cultural y político acorde a este tiempo histórico.
Tecno-optimistas, eco-modernistas, desarrollistas sostenibles, mesianismos verdes, progresismos verdes. Todos, o son parte del problema, o no logran escapar de la lógica de un sistema que se nos viene abajo. El problema no se podrá enfrentar sólo con medidas locales; fundamental es una política multi-escalar. Pero la acción directa debe estar en el centro de la política en un mundo hoy impredecible e inestable. Incida. Incida en todas las escalas que pueda.
Autor: Emiliano Teran Mantovani
Sociólogo venezolano miembro del Observatorio de Ecología Política de Venezuela