Los chalecos amarillos continúan en París

La ola de protestas en Francia, los días sábados, ha llamado la atención en muchos lugares del mundo. Y continúa.
VIDEO: “Francia: Chalecos Amarillos exigen renuncia de Macron”

El movimiento de los “chalecos amarillos” nació un sábado, 17 de noviembre del 2018, por el aumento de los combustibles. Alrededor de 350.000 personas participaron en protestas en todo el país, con dos muertos y más de 750 heridos. El nombre “chalecos amarillos” alude a esas chaquetillas fosforescentes tan llamativos en la vía pública.
Este reclamo por el aumento de los carburantes fue tomado fuerza y paulatinamente fue creciendo. El fenómeno, se extendió, desde los barrios y zonas rurales, hacia las ciudades, convocándose, de boca en boca y a través de las redes sociales como WatsApp y Facebook. Sobrepasaron a partidos políticos y sindicatos, que aún con organizaciones fuertes, dinámicas y permanentes no lograron liderar las protestas, sino que otros referentes tomaron la posta y se pusieron al frente del movimiento.
En el texto “Lucha de clases en Francia, año 2019”, del diario Le Monde Diplomatique, hacen referencia a que un sector importante de la población, cansados de las injusticias, impulsa un nuevo proceso histórico.
Más allá de las informaciones que nos llegan, tuvimos la visita en la provincia de Marion Planchenault, oriunda de Francia, enfermera, 25 años, que nos cuenta como vive allí, la situación de los denominados chalecos amarillos; “No son un grupo social definido. Son de clases sociales diferentes que protestan por cosas diferentes. La gasolina es un motivo, pero también hay otros como mejor educación, trabajo para todos y cambio del plan económico. Porque en Francia, el presidente Emmanuel Macron, dice que defiende el medio ambiente; pero a mí me parece que no. La realidad es que la gasolina que se vende, perjudica el ambiente, hace mucha polución y habiendo sustitutos no se utilizan. Al principio de las protestas bajaron los precios de la gasolina, pero luego volvieron a subir, en este momento subió”, nos expresaba.

“La política de libre mercado de Macron , no la comparten. Muchos están en contra del capitalismo, quieren una reforma completa del sistema político. Las protestas son todas las tendencias (anarquistas, socialistas, liberales, fachistas, etc), las clases sociales medias acomodadas protestan, las clases populares también protestan; no les gusta este modelo de vida”, concluyó.
Según nuestras informaciones, los heridos desde el inicio, llegan a 4.000 en total. La represión es brutal hacia una población que concurre a manifestar por el creciente costo de vida.
El periódico “La vanguardia”, publicó, el 6 de abril, que se realizó la protesta número 21, desde el origen del conflicto. Continúa sin acuerdos las demandas de los manifestantes y las repuestas del gobierno, que evidentemente no conforman.
Según una encuesta de Harris Interactive realizada después de las últimas manifestaciones y a pesar de ellos; el movimiento continúa teniendo un alto apoyo, con siete de cada diez personas respaldando la iniciativa. El grupo de protesta tiene seguidores de diversas edades, perfiles profesionales y procedencia regional.
Es tal la dimensión de estas manifestaciones que muchos analistas sociales la comparan con los hechos acaecidos en el histórico mayo francés, de 1968; no solo por el volumen de las protestas y sino por las derivaciones que hicieron tambalear al gobierno de ese momento, que se vio obligado a anticipar las elecciones.
Continúa la ciudad de París, siendo el epicentro de miles y miles de personas que buscan respuestas para llegar a mejores niveles de vida.

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La revista Anfibia, en su artículo: “¿Dónde van los chalecos amarillos?” Pretende explicar los alcances de este movimiento, que no tiene un final previsible. Esencialmente, por una sorprendente “genética”, que promueve derivaciones impensadas a las que se pueden llegar. La consigna, según este medio, “Todos a París”, salió de las redes sociales y la cita fue el 24 de noviembre – y se repitió el 1º y el 8 de diciembre-.La masiva venta de antiparras –para defenderse de los gases- anticipaba solo muy parcialmente lo que la capital francesa viviría esos días. Enfrentamientos con la policía, decenas de autos incendiados, ataques a comercios y edificios. Todo eso en las zonas más ricas y exclusivas de París. Debajo del pavimento –levantado para lanzarle adoquines a la policía– no estuvo la playa pero sí lagunas en medio de la lluvia preinvernal. Las galerías Lafayette debieron cerrar sus puertas y los turistas chinos –que están entre los mayores consumidores de marcas de lujo– fueron evacuados. Políticos, analistas y académicos quedaron sin explicaciones convincentes sobre los actores, repertorios y objetivos de la protesta”, comenta el periódico.
Estos acontecimientos, tienen su correlato en otros países de Europa como Bélgica, Alemania e Italia. También tienen su expresión en Chile y Argentina. Claro que cada país tiene su propia idiosincrasia. Aunque lo que está claro es que el inconformismo ciudadano excede la expresión de los partidos políticos tradicionales, y aún de los movimientos sociales; constituyéndose en una nueva forma de hacer visibles las demandas sociales de este nuevo tiempo.

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