“Cuídame de las aguas mansas, que de las bravas me cuido YO”.
Así reza un verso que al paso del tiempo fue modelando mismas historias, las que al fragor del trabajo constante, arduo y tenaz, más allá de advertirnos escenarios diversos fue puliendo las almas, en una característica común como es la del Jardín de Mendoza.
Cuentan las historias que esta comunidad agrícola por excelencia, reunía a sus vecinos a fin de levantar la cosecha de manera voluntaria y en el fruto de la convocatoria de a uno por vez alivianándose la tarea entre sí, aunaban esfuerzos en favor de la generosidad de sus tierras, sus legados y sus sueños.
Otras historias aún más lejanas, arribaron a la vez entrelazando y tejiendo un Junín pujante, aún entero. Que mira hacia el vasto horizonte y en la Ley de la benignidad para con todos ellos, sus generaciones no están dispuestas a renunciar a estos ciclos de la vida, ni a los desafíos de estos tiempos.
Conoció el trabajo, también al resero, al Libertador de la Patria y a un hombre que no es cuento; que al saberse lejos de su casa, su esposa siempre bajo la higuera tejiendo; Clemente el mismo de nombre también acunaba sueños, era el mismo padre de Faustino conocido como “Domingo Faustino Sarmiento”.
Poco a poco conseguidos los racimos y los sueños, el tren también buscaba futuros promisorios a los anhelos. Y fue cambiando estilos, todos iguales de bellos, en una argentina que ilusiona de lo colonial a lo moderno. Hoy luce edificios altos, nuevos de los más esbeltos, Plazas inteligentes, semáforos y comercios, luminarias casas nuevas, es capital con salida al mundo entero; como una pequeña flor, esparciendo su aroma eterno.
Lil@ Aguilera.
Dic.-2021