FÚTBOL, MESSI y la BANDERA

La llegada a la final de la copa del mundo de Fútbol, de la selección Argentina genera una adhesión explosiva. No siempre la masividad justifica la certeza de sentirse contentos, pero en este caso, claro que justifica las alegrías de exteriorizar los triunfos en este deporte tan arraigado en la cultura nacional. También provoca algunos excesos vandálicos.

El martes, mezclado entre los festejos escuche sobresalir un estribillo clásico en los cantos populares: ¡El que no salta es un inglés!

Interesante expresión, en tono de burla, por el reclamo permanente de la devolución de las Islas Malvinas. Un reclamo frente a un país que tiene una fama bien ganada de usurpadores y piratas en todos los continentes. Lo impactante es que todos saltaban; los bebes en brazos de sus madres y  desde los niños hasta los abuelos. Aquí hay varios significados. Uno de ellos es que aún en el éxtasis del festejo,-que se supone bastante irracional- hay tiempo para recordar la herida abierta que tenemos los argentinos con el Reino Unido.

Pero volviendo al fútbol.

Es notable el fervor que se expresa embanderando las casas y los automóviles, luciendo las camisetas de los ídolos y haciendo sonar cuanto instrumento se pueda soplar o golpear. Qué distinto el entusiasmo al 25 de mayo o al 9 de julio.

Dice una intelectual: “En el estallido de identidades…el fútbol opera como aglutinante: es sencillo de practicar, universal y televisivo. No es la Nación Argentina la que se expresa, es su supervivencia pulsátil ó quizás la forma en que una Nación incluye hoy a los que abandona”.

El domingo 18 es la última parada. Más allá del resultado, los festejos se harán igual; el equipo cumplió, aunque si traen la copa, mejor.

El punto es qué podemos extraer nosotros como comunidad de tanta lava volcánica que cubre hasta los bordes. De qué manera podemos canalizar positivamente esta corriente irrefrenable de pasión deportiva. Sería una pena que quedara en una mera compulsión social. Hay una energía que se libera, que está en danza en la sociedad. Por supuesto que no va a determinar el futuro político, social o ambiental del país. Sin embargo, es posible aprender algunos valores del hecho deportivo: la preparación y el cuidado previo, el esfuerzo permanente y el trabajo en equipo frente al individualismo. Mientras tanto como país, debemos recuperar la convivencia democrática perdida. Tenemos una cita permanente con la historia, que reclama consolidarnos como Nación sin excluidos de ninguna especie; ya que todos somos necesarios para el objetivo común.

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