Venimos enfrentándonos a cambios tan vertiginosos y hasta sustanciales, que el mundo pareciera cada vez más desconcertado e incierto, muy a pesar de los incontables avances científicos y tecnológicos de nuestra era.
Muchos no concilian con tanta velocidad y necesitan un paso más lento, un detenerse a pensar y valorar más todos estos nuevos esquemas de contexto, inclusive desde lo cotidiano, para reenfocar mejor sus próximos pasos y futuro proceder.
Esta sensación de que nos llevan y por inercia hacia al cedazo, donde pasamos a dejar al descubierto lo mejor y lo peor de nosotros; nos sitúa y pone de manifiesto ante los sentimientos más encontrados desde lo más profundo de nuestro ser. En una sociedad que en el extenso lienzo de la vida, su conjunto percibe en suma esta sensibilidad ahora a escala mundial es digna de consideración.
El mundo entero fluctúa entre lo que quiere, lo que debe y lo que escasamente puede. Pero más preocupante es aún la sensación de apatía, la permanencia de esa falta de bienestar y más aún, el poco o casi nada acto de agradecimiento, tan solo siquiera por lo que a diario tenemos y que aún disponemos. Y es que justamente allí donde y como al rescate una frase Proverbial nos permite vernos frente a nuestro propio espejo… “El que es fiel en lo poco, cuanto más en lo mucho”.
La búsqueda puede que no esté tan solo en la obtención de lo material, que sin dudas cumple una función importante en lo que entendemos por Bienestar, a saber; el alimentarse, nutrirse, abrigase y adquirir lo básico de primera necesidad de la persona.
Entonces: ¿Qué nos está robando La FELICIDAD?
Quizás nos estamos olvidando de las mejores cosas, ser serviciales, amables, empáticos frente a las limitaciones de otros; practicar la humildad genuina de corazón, la agradabilidad, la satisfacción de dar antes que el de exigir, y la ayuda desinteresada.
En otro renglón siguiente, este tiempo de tan variados cambios, de tan grandes ofertas materiales, no nos permite visualizar el verdadero coste de lo difícil que seguramente es la situación cuando enfrentamos pérdidas significativas como las rupturas familiares, o la pérdida de un ser querido.
Sin dudas resulta en un camino que invita a ser recorrido desde nuestro deber con la mira puesta en el otro; ese ser igual a mí.
Y ya desde la preservación misma como especie, desde lo humano tras recapitular, y en lo más intrínseco de nuestro ser, reinvertir en reinventarnos desempolvandonos desde nuestros archivos;y conciliar al reluciente ser humano que alguna vez anhelamos ser.
Tenemos el ejemplo de los resilientes que desde tiempos difíciles vivieron generaciones, y sortearon brechas que incluso hasta hoy consideran mejores.
Pero también demos paso a los renovados albores, permitiéndonos la frescura de nuevos tiempos, que como en la risa de un niño inunde con esperanzas nuestras los corazones, para que desde luego emprendamos la oportunidad de ser cada día mejores.