Hay que armarse de mucha audacia para leer los diarios y ver los noticieros. La negatividad es el signo que manifiestan muchos títulos: corrupción, robos, crímenes, bombas, guerras, peleas, abusos, accidentes. Intoxica el espíritu tanta densidad compactada. La calle confirma las noticias. El aire está viciado por vibraciones rastreras. ¿Existen alternativas de cambio?
Sin embargo, por medios no tradicionales se va haciendo el anuncio de que se necesitan actores para que la renovada función cobre vida. Viejos esquemas se están resquebrajando. Los modelos autoritarios y represivos dan claras evidencias de agotamiento, por carecer de valores humanos. Las bases que cimentaron una economía deshumanizada y despiadada cruje. La vieja mentalidad que alimentó a un multitudinario ejército de corporaciones inescrupulosas está siendo acorralada por los consumidores inteligentes que, con sus decisiones, de compra o no comprar, “castigan” la irresponsabilidad y se muestran a favor del medio ambiente, de la alimentación saludable.
En la medida en que cada uno se transforme, en la medida en que cada uno se adueñe de su destino, de su derecho a “ser humano”, estaremos cada vez más cerca de promover cambios positivos y con sentido comunitario. Co-crear una realidad distinta, más humana y armónica, es tarea de todos. Es algo indelegable y también impostergable. La multitud como tal no existe, sino que se compone de la agregación de personas. Por eso vale recordar que tu transformación personal vale, y mucho, porque suma. Todo suma. Incluso los pensamientos, porque crean realidades.
Qué mensaje podemos dar desde aquí. Conectarnos con la existencia, construyendo un nuevo espacio. Dando impulso a una nueva visión que estará gobernada por la solidaridad, alegría y el sentir, por el poder de lo simple. Habrá unidad, respeto y cooperación. La palabra dada recobrará su valor y renacerá la confianza. Las injusticias no tendrán cabida porque el hombre reconocerá que somos parte de una misma energía, por lo tanto será consciente de que lo que le hace a otro se lo está haciendo a sí mismo.
Ahora hace una pausa. Mira tú reloj. Observa cómo corre el segundero. Tenés que saber que, al igual que la palabra pronunciada y la flecha disparada, la oportunidad desperdiciada no retorna jamás. Se van al mismo sitio en donde se oculta el tiempo perdido.
La Vena N° 55 – Diciembre 2012
Rubén Esper Ader