Durante la manifestación docente del día jueves, ante la situación económica angustiante que atraviesan los trabajadores de la educación en toda la República Argentina el poder político hizo sentir su rigor una vez más en la tierra del fundador escuelas “Domingo Faustino Sarmiento”.
Todo comenzó temprano, a las 9 de la mañana. Referentes de tres gremios (UDA, UDAP y AMET) se reunieron con las ministras de Hacienda, Marisa López, y de Educación, Cecilia Trincado, en el Centro Cívico, en el marco de la reunión por el aumento salarial. Al mismo tiempo, docentes autoconvocados empezaron a congregarse fuera del edificio. Allí surgió le represión.
La educación argentina plantea hoy puntos de consideración serios como el Item Aula, una recesión sistemática y permanente de Derechos legítimamente adquiridos, y sin embargo quienes deben dar el ejemplo, y solución a dichos temas, manifiestan una vez más su despotismo reprimiendo a mansalva a los docentes en la provincia de San Juan.
Este reclamo no es nuevo en el país si recordamos las históricas carpas blancas de los años 90, entre otros sucesos muy lamentables, y aún así lo que más llama la atención es que sea tan alto el costo de asumir los poderes políticos “sus deberes” para los cuales fueron designados.
Momentos en el que es preciso aclarar la clase de país que queremos pero con la violencia estatal así, no lo estamos forjando. Transitar sin plantearnos siquiera mínimamente cuál es el legado a nuestras generaciones presentes y futuras, es aun más lamentable.
La violencia jamás será el camino entre los pueblos, la voz del oprimido que habla su verdad, ante todo no debe ser acallada sino la educación habrá perdido el sentido. Algo a lo que debemos resistirnos con la vista puesta sobre todo en los denodados esfuerzos de quienes dejaron hasta su último aliento por un país libre, justo y soberano. Toda vez que la educación por más modificaciones que a sus tiempos requiera, pero sin desconfigurar las formas; seguramente encuentre un espacio de diálogo edificante y altruista, y no estos lamentables sucesos desgastantes de la imagen civilizada que dicen querer dar nuestros representantes puertas a fuera ante el mundo.
Cuando la razón impere, la violencia no tendrá lugar. Es más que urgente y necesario el diálogo en primer orden y ese espacio donde el acuerdo sea de un amplio beneficio colectivo y no de intereses sectoriales, hegemónicos o de fácil disolución será en principio el fin de la barbarie.
No dejemos pasar hechos de esta naturaleza sin poner de manifiesto el daño gravísimo a la sociedad toda, y a todo un legado de lucha incansable en pos de una mejor calidad de vida.
Sin olvidarnos por sobre todas estas lamentables cuestiones, el fin primero que es el modelo de país que queremos; el que a las claras nuestros políticos no disciernen.